Cada vez se consolida más la certeza que como sociedad necesitamos construir nuevos modelos y nuevas formas de hacer. Cada vez es más obvio que la forma como hemos conducido el mundo no es la adecuada. Solo hace falta indagar por el estado de nuestros recursos naturales, y por las oportunidades que tienen los más débiles de la sociedad para darse cuenta.
Quizá es esa certeza la que nos anima a poner nuestra esperanza en los nuevos modelos que emergen, tales como la innovación social, el emprendimiento social y la inversión de impacto, por solo mencionar algunos de los que me son cercanos. Sin embargo, a veces el entusiasmo puede nublarnos el juicio, y podemos empezar a pensar que estos son los únicos medios para encontrar las soluciones, perdiendo de vista una mirada más amplia y crítica sobre nuestra realidad.
Personalmente creo en la necesidad de entender de otra manera el emprendimiento, y transcender la mirada miope que pone la búsqueda de lucro en el lugar de lo más valioso. Por esta razón, creo que el emprendimiento social es un camino interesante que debemos explorar, porque nos permite pensar y hacer cosas distintas, con una escala de valores diferente. Sin embargo, me preocupan algunos elementos que rodean la narrativa del emprendimiento social.
El héroe solitario
Me preocupa la idea del emprendedor como héroe y que pensemos que un individuo en solitario logrará resolver los problemas sociales del mundo. Me preocupa la narrativa que parece concentrarse tanto en las soluciones (los emprendedores y sus propuestas) y tan poco en el análisis de las causas (el sistema económico, productivo, las relaciones de poder).
Me preocupa esta lógica que subyace a los esfuerzos de promoción del emprendimiento social, porque parece instalar un razonamiento en que no importan demasiado las causas, siempre y cuando contemos con individuos extraordinarios que estén dispuestos a “cambiar el mundo”. Me preocupa porque no se genera una reflexión y un actuar informado, y porque cada vez más, pareciera que el emprendedor social a través de sus iniciativas estuviera llamado a resolver las ineficiencias del Estado. ¿Debe el emprendedor hacer lo que el Estado no hace? ¿Qué consecuencias tenemos como sociedad si las responsabilidades del Estado son trasladadas a los emprendedores, o más aún, a las empresas?
En esta misma dirección me preocupa la deificación del mercado y sus mecanismos. Parece que estamos en el momento donde los mecanismos de mercado son la solución a todos nuestros problemas. Si bien hay escenarios donde son necesarios para que el acceso a los recursos sea más eficiente, es peligroso llevar la lógica de mercado a todas las esferas de la vida social. (Michael Sandel lo ejemplifica muy bien en su libro Lo que el dinero no puede comprar: Los límites morales del mercado) .
Quizá sea un buen momento para analizar las narrativas que rodean hoy al emprendimiento social, y construir unas nuevas donde el protagonismo esté más compartido, y se reconozca de mejor forma las condiciones que hacen posible que este tipo de emprendimientos sean necesarios.
Nota: Este artículo fue publicado inicialmente en la sección de opinión de Corpoemprende.